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GRATITUD

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"¡Oh!, aquí huele bien". El Lobo Estepario (1927) Herman Hesse Nueva York, abril 9 de 1946  Apreciado Herman.  Nuestro amado lobo murió hace un mes. Hasta ahora vengo a tener la fuerza suficiente para escribirte al respecto.  Harry se fue apagando lentamente en su cama; su respiración pausada se hizo cada vez más lenta, hasta que cesó.  Se fue en un acto de meditación, mientras encaraba a sus múltiples yo, a quienes encauzó, sin titubeos, con la paz que da la perspectiva de una jornada larga, al otro lado del borde que tanto había visitado. Es increíble la transformación que puede ocurrir en un hombre. El saber lo ahogaba en ansiedad. El aceptar no saber salvó su alma, le permitió morir en paz. A pesar de su terco pesimismo, no se lo llevó la navaja de afeitar, ni un tiro, ni alguna sustancia, más efectiva que aquellas a las que sobrevivió; fue el tiempo el que lo reclamó.  Estos últimos días puedo recordarlo sin ahogarme en llanto. Poco a poco voy rec...

EL GATO DE MONTE

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 “… el hombre es  una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos.” El Lobo Estepario (1927) Herman Hesse ¿Alguno de ustedes se ha encontrado en su vida con un personaje solitario, huraño, callado y misterioso?  Pues, hace varios años tuve un vecino así.  Con mi esposo lo llamábamos, secretamente, el gato de monte.  Nunca supimos el nombre de ese cincuentón, que vestía con aire deportivo, buscando parecer más joven.  O no quisimos saber quién era, teniendo en cuenta la información abundante que me compartía la administradora del conjunto en un saludo.   La puerta del vecino se abría y cerraba con una velocidad que impedía que se escaparan suficientes moléculas de su interior.  Sin embargo, los elementos más volátiles denunciaban el consumo frecuente de tabaco y cannabis con intensos olores frutales.  Cuando nos cruzábamos, cerca a la puerta, en el ascensor o en las zonas cercanas al conjunto, percibíamos unas notas ag...

HISTORIA SECRETA DE COSTAGUANA

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    “En una senda de mil sueños, buscamos la realidad” Yuval Noah Harari        Los libros dejan huella de muchas formas, como las carcajadas que surgen al recordar al Quijote colgado por fuera de una posada , cuando una muchacha ocurrente lo engaña y le ata una mano, dejándolo varado toda la madrugada, parado, apenas, en el inestable lomo de su caballo; el asombro infinito de Eleanor Arroway cuando el ser antiguo, gentil y poderoso que la transporta, en menos de un segundo, al centro de la galaxia le dice que todo lo maravilloso que le ha mostrado existía desde antes de él.     En estos días, mi lista de lo memorable creció con un libro más. Una fantasía que abre los ojos, revisa la historia y marca un punto de contraste tan claro en el tiempo que te deja preocupado sobre la realidad actual. El libro de Juan Gabriel Vázquez ofrece con humor una historia que marca el alma con vergüenza y despecho. Lleva al lector a la Panamá de hace cie...

SOLEDAD

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Un chorro de luz, que encuentra un delgado espacio entre las cortinas que separan el cuarto de la agitación de la avenida, toca el rostro sudoroso, de un hombre que ha dormido por varios días. Un celular descansa en una mesa junto a pastillas, botellas y empaques de chucherías; el hombre levanta la cabeza y da una mirada de esperanza al aparato inerte. Camina a la cocina como puede; las paredes son bastón, la orientación no está bien. Logra llegar a la nevera que ronronea sin parar y al abrir de la puerta expele un olor putrefacto. Sirve un poco de agua y siente que la humedad fría llega hasta las puntas de sus pelos. Con mil pasos, vuelve a la cama, al nido, a la mortaja. Un largo cabello negro en la almohada atestigua que alguien se fue de verdad. Una punzada agobia; el llanto quiere salir de nuevo, no quiere revivir el volcán. Toma dos alivios diminutos, bien prensados, de un blanco puro, merecidamente amargos. La almohada recibe la cabeza que cae con fuerza; todo el cuerpo ahora e...

CARAMBOLA

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   Treinta y ocho, cuenta Gildardo en el fichero.  El sonido de las cuentas arrastradas por la punta del taco es seco, acorde a la confianza que tiene en la ventaja del marcador. Banano lleva veintiuna, está lejos de cincuenta. Gildardo se aparta de la gran mesa a esperar la ejecución del oponente. Vacía lo que queda de cerveza en una botella y hace señas para que sirvan otra. Nadie vería en ese hombre sonriente, de estatura mediana, tez trigueña, ojos pequeños perdidos entre los párpados, a un sobreviviente decidido e implacable.    Banano rodea lentamente la mesa acariciando, con una mano, el tibio paño azul. Busca el mejor ángulo; escoge uno que sorprende a quienes, a distancia, miran el juego. Dos lámparas grandes iluminan con generosidad la superficie mate, perfectamente plana, en la que resaltan tres bolas relucientes. Uno de los hombres que observa fuma un tabaco que le ha dado al ambiente una atmósfera nebulosa, de olor irritante. Banano entiza...