LA INVITACIÓN



Es temprano, y es un domingo frio. Hoy no habrá payaso en el maldito centro comercial. Mis ojos, en el espejo, temen a mis ojos. Félix juega con mi nariz desde hace rato y en cualquier momento va a romper algo. Berta, su madre, descansa su tibia gordura sobre la peluca, a los pies de la cama, ignorando lo que pasa.  Ya vi tambalearse la lámpara del nochero. Será lo único que no ha tirado aquí el inquieto gato. Qué vaina. Tanta carcajada, maroma y morisqueta estos años para terminar en este cuarto de baño reflexionando sobre la invitación seria que me hace el filo de la barbera.

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