LA LECHUGA


Este mes estuve en la parte más interna de lo que en el siglo XVIII era la casa arzobispal, ubicada en la Calle de la Moneda en Bogotá, y  que el Banco de la República reconstruyó de las cenizas ocasionadas por el incendio del 9 de abril de 1948.  El banco la ha empleado en varios menesteres hasta llegar a lo que hoy se conoce como el Museo Botero, en donde, además de la obra del famoso nonagenario, monótono e internacional artista colombiano, se encuentra fuertemente resguardado uno de los objetos más hermosos que mis ojos han contemplado: la custodia denominada La Lechuga. 


Quien me condujo a la visita de la joya, seguramente preveía que me  iba a dar un banquete visual sin parangón en Colombia.  Pero no creo que me conociera tanto para intuir la impresión que en mi ser provocó el ver un elemento tan hermoso, con tanto valor, lleno de tanto significado y con  una rica historia asociada a una de las comunidades religiosas que más admiro.


Era un sábado en la noche.  Mi grupo era el único visitante, el silencio era denso, y el espacio amplio por lo que pude darme tiempo admirando detalles, como grabando en mi ser que había estado allí para contemplarla.  En una de las paredes de la bóveda de seguridad donde es exhibida, puede leerse sobre los eventos relacionados con la custodia, de los que destaco las tres expulsiones, y consecuentes expoliaciones que sufrieron los jesuitas en Colombia, y de las que es increíble que un objeto de tanto valor haya sobrevivido íntegro. 


El extinto periodista Tom Quinn, quien era un apasionado del tema de las esmeraldas en Colombia, hizo una reseña detallada de la custodia, de donde puede deducirse un valor actualizado al 2021 de cerca de seis millones de dólares, con una calidad de piedras verdes que, decía el periodista, correspondían a cien años de producción esmeraldífera, y todo de un tamaño que puede caber en un maletín.


A la salida del museo, mientras buscábamos un restaurante por La Candelaria, sentía algo que hace mucho no me sucedía, mis ojos estaban plenos, pero mi mente estaba encandilada con lo que había visto.


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