METAMORFOSIS



Cuando Gregorio se asomó al espejo esa mañana, encontró que se había convertido en un monstruo. Su cara lampiña no había cambiado mucho a pesar de los años, sin embargo, de la visión no podía decir lo mismo. A pesar de que llevaba varias cirugías tratando de parar el avance de la limitación, reconocía la metáfora de cómo había ido perdiendo las relaciones a lo largo de su vida, hasta llegar a la fría y obscura situación de esta mañana. Hacía un esfuerzo por recordar una acción importante para detener el avance de la soledad, pero no podía recordar una. La observación cruda de hoy en el espejo lo mortificaba.

¿Qué me ha pasado?, pensó. Lo dijo también en voz alta. Gritó acercándose al cristal, increpándose a sí mismo, consciente de su doble papel de creador y criatura, inconforme con el resultado del trabajo sobre sí mismo durante décadas. Le pesaba en su espalda el hecho de que tantos años de indiferencia sobre las consecuencias de sus actos le negaran el derecho a la frustración.

Era increíble que hubiera ignorado el lento avance de la soledad que hoy lo aplastaba.  Su alma se había mantenido indiferente al dolor que generaba en los otros, cuando, pasando sobre ellos, se dejaba llevar por la codicia o la indolencia.  Muchas veces espantó de su mente la memoria sobre el bullicio de un bar, el aroma de Marlboro y la deliciosa amargura de una cerveza helada disfrutada mientras se conversa o se pasa un rato con amigos.  Eventos lejanos que se confunden ahora con los sueños. 

Es muy probable que lo que hoy Gregorio encuentra en el espejo sea una imagen que ha estado ahí desde hace varios años, pero solo hasta ahora tiene la capacidad de observar, como una de esas cosas impresionantes que ve claramente un ciego justo antes de perder la vista. Mientras observa su monstruosidad en el espejo, una amargura intensa le llena el cuerpo, le quema el pecho la tardía comprensión del sarcasmo oculto en una frase de la vida ahora que ya no hay nada que hacer. Aunque de forma borrosa, ve en el espejo que se ha intensificado un rasgo que siempre ha sido suyo, se ha venido formando en una progresión imperceptible hasta ahora que reconoce el monstruo en el que se ha convertido. Se da cuenta de que no es posible marchar atrás. Los innumerables amigos perdidos no volverán. Las mujeres accesibles, con sus ademanes hipnóticos, besos dulces que sugerían sociedades a largo plazo ya no están. El olor de un cigarrillo no es el mismo y se extingue en un fuego sin gracia. El delicioso sabor de las cervezas heladas se ha ido para siempre. El bullicio en el bar no tiene risas ni frases comprensivas en medio de miradas cómplices. Ya no hay más a quien traicionar.

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