¿QUÉ VENDRÁ, LUEGO DE ÉSTO?

En una conversación con mi señora en el mes de febrero de este 2020, sobre cómo se podría expandir la nueva gripa de la que se hablaba tanto en las noticias, recordábamos una historia oriental relacionada con el ajedrez y que trataba del asombroso pedido que hizo el inventor del juego a un rey, que complacido, le ofrecía premiarlo por su ingenio.  Semanas después en las redes, otros usaban esa misma historia para explicar la progresión geométrica implícita en el contagio que enfrentábamos.  En esos días también nos impacientábamos con muchos familiares y amigos que no comprendían la escala de las decisiones que tomaban los gobernantes y se resistían en colaborar alegando la desproporción de lo que se les pedía frente a unas cifras de contagiados que aparecían tan bajas. 

Recuerdo las sensaciones de la conversación de febrero cuando reflexionábamos sobre el evento que se nos venía encima.  Lo hacíamos con curiosidad académica; sin la ansiedad que ahora, tres meses después, nos produce el ver nuestra rutinas alteradas y en riesgo muchos de los privilegios que disfrutamos.  Podemos ver que hay un aprendizaje  en eso de ser capaces de comprender cómo los números pueden pasar de ser unos cuantos a ser trillones, pero no ser capaces de predecir cómo esa veloz multiplicación puede cambiarlo todo.  Hablábamos de números gigantescos sin darnos cuenta que estábamos describiendo una fuerza de la naturaleza que se aproximaba a nosotros.  Puede ser un producto del hábito de escuchar y leer las noticias como si se trataran de cuentos que no tiene nada que ver con la realidad que vivimos.

Ahora nos encontramos en una sofisticada montaña rusa, donde nuestras vidas son objeto de una avalancha de situaciones, donde en el mismo momento que se presenta la ilusión de un respiro, nos damos cuenta que la situación se ha tornado más crítica.  Todos los días se van sumado otros efectos colaterales o se están presentando inoportunas convergencias con otras crisis cuya gravedad antes era discutible.  La realidad se va transformando más rápido de lo que estábamos acostumbrados; degenerando para millones de personas que se ven enfrentadas a privaciones mayúsculas; tensando aún más el delicado lazo que nos mantiene como sociedad.

Es probable que a pesar de los esfuerzos por observar ampliamente, todavía no comprendamos y nos importe la situación por la que están pasando muchos.  Algunos nos mantenemos anestesiados ante los efectos de la información sobre las inmigraciones masivas; las guerras oportunistas que cambian las vidas de miles; las hambrunas y hasta las cercanas muertes en Colombia de quienes, armados solamente con su determinación, defienden sus derechos.  El embeleso que producen los objetos de consumo, no le permite a muchos ser sensibles a las dificultades de grandes porciones de la humanidad.  En contraste, para algunos, el gran problema podría ser que, dada una prolongada cuarentena, salir a tomarse un café al lugar favorito de la ciudad, se vuelve un anhelo mortificante.  

Como ese rey poderoso, que daba por sentada su capacidad de satisfacer el deseo de cualquiera de sus súbditos, no somos capaces de ver más allá de unos cuadros adelante.  El ambiente de hoy está haciendo que consultar un periódico, examinar las cuentas en las redes o dialogar con un amigo, sea una moderna evidencia de esa asombrosa situación que encontraron aquellos siervos que se fueron a ejecutar la orden que dió el rey ingenuo: no es posible cumplir la orden.

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