COYUNTURA
En el tiempo que
terminaba el colegio, mientras disfrutaba el proyecto de biblioteca comunitaria
en el que me había involucrado con algunos amigos, solía sumergirme en intensas
discusiones sobre lo político y lo social. Eran unas discusiones desiguales en las
que algunos, por los estudios que llevaban y los intereses que los motivaban,
tenían un bagaje mucho más amplio que el mío, que era una mezcla de mi
formación católica, lecturas de novelas románticas, Nietzsche, Hess, Camus y
todo lo que hubiera del tóxico José María Vargas Vila. Sin duda, un tiempo
turbulento en el que mi espíritu se movía entre las dulces melodías del padre
Zezinho y las inquietantes frases en “Así habló Zarathustra”.
En algunas de esas
tertulias en la biblioteca, mientras mi amigo Omar hablaba de la situación
social en Colombia, haciendo uso del repertorio de sus cursos de sociología, me esforzaba en seguirlo y cuando usaba la palabra “coyuntura”, se
ponía de manifiesto que mis lecturas no eran como las suyas, pero, tal vez por
timidez, mantenía controladas las facciones y expresaba algo genérico que
indicara que estaba al tanto. Ahora viéndolo desde lejos, siento que es
probable que El Viejo, Soco, Tilín y los otros, hicieran lo mismo.
De tanto en tanto, la
palabra “coyuntura”, continúa llegando a mi mente. Me quedé con la imagen de
las ramas que se desprenden del tronco, quizá por mi tendencia al optimismo, aunque el concepto se refiere más al
nudo desde donde estas surgen. Me gusta la percepción de que la vida sea una
constante sucesión de coyunturas, o como lo decía hermosamente el famoso ciego:
un “jardín de senderos que se bifurcan”.
Nos encontramos en un
río de infinitas coyunturas, de todos los tipos e importancias, globales,
locales y personales. Recuerdo tantas que me abruman, pero hay algunas pocas
significativas que seguramente comparto con muchos: la primera vez que supe que
leía, la primera vez que vi mi hijo..., la muerte de la abuela...
En esos momentos
significativos me pongo especialmente sensible. Como si fuera un papel
fotográfico, me quedan marcas profundas en la memoria. Y ese es el estado por
el que he pasado este jueves, mientras recibía en el teléfono, por texto y
llamadas, abundantes mensajes de afecto debido a mi cumpleaños. Anhelé muchos
abrazos y besos que no pudieron darse por que estamos confinados, en muchas
partes del mundo, luchando contra la velocidad de propagación de un virus
letal.
Otra coyuntura, esta
vez a una escala que no recuerdo haber visto descrita en ninguna de mis
lecturas y discusiones con mis amigos.
