LA HISTORIA DE LIEVANO SOBRE COLOMBIA
Introducción
Estas son algunas reflexiones
sobre la lectura del libro Conflictos
Sociales y Económicos de nuestra Historia (Liévano Aguirre, 1966) escrito por
Indalecio Liévano y que hace un recuento entretenido de lo ocurrido en el
territorio que hoy es Colombia desde la época de la conquista hasta la guerra
de independencia. Este libro ayuda a
reconocerse como colombiano, a llenar vacíos personales de comprensión del
contexto actual y encontrar rasgos remotos en la forma como está Colombia
estructurada hoy.
A inicios del segundo semestre del 2016, luego de todas las agitaciones y pasiones desatadas por los acuerdos de paz del gobierno Santos con las guerrillas de las FARC, surgieron preguntas sobre los detalles de cómo se ha venido conformando la sociedad actual, desde los tiempos de la conquista donde empezó a conformarse esa mezcla de genes y culturas que produjeron lo que son hoy en día los colombianos.
Este ejercicio no es una transcripción del libro, pero si subraya aspectos con el ánimo de mejorar la comprensión y poner en evidencia las lagunas que aún permanecen. Se resaltan aspectos tales como: las diferencias entre las casas monárquicas de España; la influencia de los Jesuitas; los grandes cambios filosóficos y religiosos en Europa; las intenciones de quienes agitaban la población para enfrentar a España y los conflictos entre las diversas facciones de criollos.
El libro es afortunado porque desnuda las intenciones de los grupos de interés que estuvieron en conflicto y contextualiza las motivaciones tanto políticas, filosóficas y económicas que estaban detrás de cada uno de los acontecimientos. Su redacción se aleja del estilo de la historia que enseñan en las escuelas y los colegios y que apunta a una justificación del status quo y está llena de personajes heroicos que a la hora de profundizar en ellos no lo fueron tanto. El libro permite una comprensión de lo ocurrido hilando delicadamente el sistema de acontecimientos y es una lectura que da la sensación de novela intensa que se interrumpe abruptamente en plena guerra libertaria, dejando el espíritu hambriento por más relato.
Una mirada a la historia de
Colombia desde la conquista
El primer aspecto relevante que se
subraya tiene que ver con las diferencias que existían entre
las dos dinastías que gobernaron España desde el siglo XV hasta el XIX con
respecto a cómo abordaban la administración de sus colonias. La primera, la monarquía de la familia de
Austria, era más receptiva a las recomendaciones de los monjes dominicos que
solicitaban controlar los desmanes que estaban realizando los conquistadores en
territorio recién descubierto; para esto promulgaron normas y nombraron
autoridades que las impulsaran; aunque los conquistadores se las arreglaban
para no cumplirlas, en algún grado los ponían
en aprietos durante los dos siglos que estuvo en el poder. La monarquía de la casa de los Borbón, que
luego de varias restauraciones gobierna España hasta nuestros días, cambió este aspecto de la protección de los
más vulnerables y se enfocó en la explotación económica, generando una gran
explosión del trabajo esclavo y en su afán de explotar al máximo las colonias
descuidó tanto la estructura de su imperio que lo debilitó económicamente,
aumentó su vulnerabilidad ante la avanzada de Napoleón en Europa y perdió su
poder en América.
Estos reyes se
desentienden de los aspectos más importantes de su deber. El enfoque pragmático, pero sin control, de
los Borbón sobre sus colonias, los llevó a fortalecer a sus enemigos, a mermar
el apoyo de sus gobernados y a perder uno de los imperios más grandes y ricos
de la historia de la humanidad, un gran ejemplo de lo que puede ocurrir
derivado de una administración no sostenible.
Los años en los que se ubica el
relato, también son los años más revoltosos en cuanto a ideas y cambios
religiosos. La revolución científica
tuvo sus orígenes en esos años, así como la mercantilización de las creencias redujo el poder de la iglesia católica. En medio de los grandes cambios, y luego de la
aplicación de las deformadas propuestas de Lutero a favor de los más poderosos,
aparecieron cómo respuesta los Jesuitas que a nivel mundial se dedicaron a
auxiliar a los más desfavorecidos, proveyéndolos de la visión de que el mundo
también les pertenecía, compartiendo conocimientos y artes
que los hacían peligrosamente independientes. La metodología usada por estos hombres, que
respetaban profundamente las raíces culturales de los grupos a los que se
aproximaban, les permitían con el tiempo introducir suavemente el cristianismo
en las culturas más milenarias y difíciles.
Este aporte que hacían los Jesuitas a los más vulnerables competía con los
propósitos de los acaudalados de la época, por
lo que durante varias decenas de años fueron perseguidos hasta que
sus enemigos lograron que su orden fuera disuelta por la iglesia.
Las nuevas ideas Europeas, que le
daban autoridad moral a los ricos para explotar a los pobres, impulsaban aún
más las dinámicas de cómo se ejercía el poder político y económico en los explotados
territorios conquistados. Además, la
capacidad económica de España para proveer las demandas de bienes de la colonia
se volvía cada vez más limitada y estimulaba el contrabando y la codicia de los
demás estados de Europa. Los choques con
los Jesuitas también se presentaban en estas tierras, lo mismo que con quienes
defendían la nueva, extraña y peligrosa idea de que todos los hombres tenían los
mismos derechos. Todos estos hechos fueron preparando el terreno para la
independencia de las colonias españolas que se precipitó en la coyuntura del
conflicto de España con el imperio de Napoleón.
A pesar de la gran oportunidad
que representaba para América la administración Borbón y su débil situación por el conflicto con Francia, los hijos de españoles nacidos en la colonia
no deseaban la independencia, sino que aspiraban a una suerte de
reconocimiento por parte de la monarquía de derechos como los que tenían los
nacidos en tierras de España. El
complejo de los criollos y sus ambiciones se calmaban con unos puestos
burocráticos en el gobierno y títulos. Sin
embargo, para lograr esto se valieron de las masas en 1810, pero los líderes de estas llevaban las ambiciones mucho más lejos, lo que inevitablemente generó el conflicto al interior de la colonia.
La patria boba es la denominación con que se designan esos primeros años
luego de la revuelta de 1810 caracterizada por la pequeñez del pensamiento
criollo que prefería la dependencia de España a afrontar un reto de independencia
a gran escala en Latinoamérica. Siempre pensando en cómo tenían el control de
sus feudos, aplastaban las ambiciones de quienes luchaban por un proyecto más
ambicioso e incluyente y en sus políticas se comportaban peor que los
españoles.
Es esta época de la historia que
se relata en el libro, la que seguramente ha sido más manipulada hasta nuestros
días. Fue José María Carbonell quien
mantuvo la llama de la revolución de 1810 mientras los criollos acaudalados se
morían del susto por ser identificados directamente como revoltosos que habían
provocado todo premeditadamente. Fue
Antonio Nariño quien enarboló el centralismo que serviría para enfrentar la reconquista
y expandir la independencia a una región mucho mayor; la historia no hace un reconocimiento
importante a Nariño, quien con gran esfuerzo trabajó por la unión de la joven
república hasta el momento que lo vencieron las solapadas fuerzas opositoras. Sin embargo, si resuenan en las mentes
colombianas Camilo Torres y Francisco de Paula Santander, quienes hicieron
gestiones, malabares y acciones militares para contener la revolución de forma
que no hubiera independencia; trabajaban por un cogobierno con los españoles de carácter federal que permitiera a los terratenientes gozar
de sus privilegios. Y como una prueba de
las contradicciones de la historia, en los himnos de Colombia y Venezuela resuena
el nombre de Antonio Ricaurte que redimió, con su inmolación en la batalla de San Mateo, la traición hecha a Nariño
y que afortunadamente no derivó en la reconquista de la colonia por parte de
España.
Concluyendo
Hay varias maneras en cómo estos
sucesos históricos hacen eco en la actualidad. En lo político y económico, Colombia está gobernada
en el siglo XXI por unas cuantas familias pudientes que generan discursos manipuladores
para justificar sus acciones; explotan el país sin consideración para su propio
beneficio dejando migajas para la gran mayoría de la población; los atormenta
la pérdida de su dominio sobre las clases menos afortunadas y no les importa
sacrificar la independencia real del país con tal de mantener su status quo. Cientos de años después, todavía se están resolviendo
los problemas de acceso igualitario a la tierra por parte de los indígenas y
campesinos; las ciudades más importantes no están eficientemente conectadas; el
cáncer de la corrupción es un lastre para el desarrollo; la salud y la educación
de la población no es prioridad y aun Colombia es una economía agrícola-minera.
Puede notarse que en ambos
aspectos, político y económico, Colombia vive tal como si aún se estuviera en
la época de los conflictos que describe el libro de Indalecio Liévano Aguirre, apegada a la heredada religiosidad católica y aún con brechas relevantes en el tema de derechos humanos.
Bibliografía
Bibliografía
Liévano Aguirre, I. (1966). Grandes Conflictos
Sociales y Económicos de Nuestra Historia (Segunda ed.). Bogotá D.E.,
Colombia: Ediciones Tercer Mundo.