LA MENTE DE LOS JUSTOS
“He cuidado atentamente de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino entenderlas”. Baruch Spinoza. Tractatus Politicus, 1676. Citado por Jonathan Haidt en “La Mente de los Justos”.
Hace muchos libros que una lectura no me dejaba una sensación de tanto aprendizaje. El libro de Jonathan Haidt profundiza sobre cómo razonamos, de dónde surgen nuestras sensaciones cuando percibimos el entorno, y cómo nos relacionamos con los demás. Mientras leo las ideas de Haidt, recuerdo múltiples discusiones y situaciones sociales de mi vida que pudieron ser mejor. Ahora por lo menos disfruto de una mejor comprensión de lo que pasó, y quedo en guardia para nuevos sucesos. Una lección general, pertinente en un tiempo sobrecargado de estímulos, podría ser: reaccionar con reflexión a lo que pasa en nuestro entorno; profundizar la empatía, reconociendo que todos valoramos de forma muy diferente las mismas cosas.
El libro es detallado y generoso en la descripción de cómo se obtienen los hallazgos. Es posible que al hacer esta reflexión se den saltos que desmotivan con el modelo. O que se expresen conceptos chocantes, irrespetuosos, o en claro conflicto con otras teorías. Invito a que lean el libro a quienes tengan interés en conocer más sobre el comportamiento humano y la forma como elaboramos y justificamos narrativas. Quienes tienen posiciones de liderazgo en negocios o comunidades le sacarán mucho provecho a estos avances de la psicología social.
En la exposición sobre cómo pensamos, Haidt se apoya en la metáfora del elefante y el jinete. Va a ser difícil en adelante no imaginarme a las personas así. Porque según el descubrimiento del autor, lo que deambula por ahí como un orgulloso humano no es más que un instintivo elefante, que lleva en su lomo a un jinete que le sirve para justificar las decisiones que toma. Esta parte me costó entenderla, porque tenemos muy arraigada la creencia de que somos el jinete que conduce las cosas. Pero lo cierto es que cuando creemos que damos razones, nos encontramos es acomodando justificaciones sobre los hechos.
Haidt demuestra que en nuestro comportamiento el proceso intuitivo es el dominante y se manifiesta primero. El pensamiento estratégico siempre viene después. Es decir, nuestro juicio está al servicio de lo que la intuición dicta. Nos encanta imaginar que analizamos y razonamos sobre lo que ocurre, sin embargo, lo que opinamos está determinado por lo que nuestras vísceras sienten.
Haidt revisa la literatura sobre el papel de la mente. Desde los postulados de Platón se le da al pensamiento un papel dominante sobre el cuerpo. El autor concluye que siendo la razón y las intuiciones inseparables, la razón hace el papel de siervo de las pasiones. Queda claro así a quién debemos hablar cuando tratamos de influir sobre alguien. No importan ni la calidad, ni la cantidad de juicios, o evidencias, sobre un tema; si el elefante no lo siente, no hay nada que pueda hacerse para que cambie de rumbo. Vivimos en un delirio racionalista dialogando entre jinetes que nada deciden.
Haidt expone el hallazgo de lo que denomina gustos morales y la intensidad como estos se expresan, dependiendo de la tendencia a desafiar lo establecido (liberal) o a conservar las tradiciones de la comunidad (conservador). Cada gusto moral se mueve entre dos extremos: cuidado/daño; equidad/engaño; lealtad/traición; autoridad/subversión; santidad/degradación; el último, libertad/opresión, no quedó registrado en la siguiente gráfica, pero se supo luego que tiene un comportamiento paralelo a cuidado y equidad.
La conclusión a la que se llega en el libro es que quienes tienen una aproximación liberal, tienden a dar una mayor importancia a los gustos de libertad, cuidado y equidad. Mientras que para los conservadores todos los gustos se tienen en cuenta, sin hacer mucha diferencia en el nivel de importancia. Como quien dice, dada una situación específica, un liberal y un conservador la evalúan con una cantidad de gustos morales diferentes. De ahí deduzco que surgen las formas de percibir que son fuente de los debates estériles en WhatsApp y que han malogrado las reuniones con mis hermanos los domingos en la casa de mi madre.
Adicionalmente, se evidencian las limitaciones que los liberales tienen para entender las posiciones de la mirada conservadora. Al tener los liberales un enfoque en menos gustos morales, les cuesta más imaginarse en la posición conservadora. Las mismas pruebas realizadas en los conservadores, simulando situaciones que deberían ser resueltas con argumentos liberales, muestran su capacidad de entender la posición del otro. Reconocer este hallazgo, debería servir para reducir la intensidad de muchas discusiones.
Sobre nuestra forma de relacionarnos con los demás, Haidt acude a la metáfora del chimpancé y la abeja. Esto es, tenemos un componente individual muy grande y un pequeño componente de colmena que se activa en determinados momentos. El libro concluye que, aunque vivimos individualmente, nuestro principal enfoque está en ser aceptados en el grupo.
Mantenemos una necesidad de pertenencia que históricamente ha sido satisfecha por los ritos, las ceremonias y las expresiones religiosas. En el momento en que el grupo está amenazado, nuestro individualismo pasa a segundo orden y se activa un comportamiento de colmena. La definición de grupo generalmente tiene un alcance de tipo parroquial, por lo que se observa que las acciones de empatía se ven disminuidas a medida que los sujetos se alejan de la pequeña comunidad a la que pertenecen.
Tenemos, pues, un elefante muy intuitivo que va por la vida justificando su actitud liberal o conservadora; que usa su educación para hacer más complejas sus justificaciones; que busca quedar bien con su grupo y que, ante una seria amenaza, puede olvidarse de sí mismo para que el grupo prevalezca.
En la parte final del libro, se describen a fondo las narrativas liberales y conservadoras cuando se llevan al terreno político; los orígenes de estas tendencias, ligados a las predisposiciones genéticas y las adaptaciones que se can dando durante la vida; las implicaciones en la forma de comunicación y las opciones con las que se cuenta para obtener un diálogo menos polarizado en la sociedad. Además, se examina la ventaja de contar en la sociedad con un nivel de diversidad moral: los grupos requieren de momentos de exploración e innovación, así como de los momentos en que lo logrado se consolida. Haidt plantea que los pensamientos liberal y conservador forman un todo al estilo Yin & Yan, por lo que deben reconocerse, armonizarse, desprenderse de los radicalismos y abandonar la actitud de rivales.
En conclusión, este libro ofrece un modelo con el que podemos explicarnos el origen de nuestras ideas, muchas de las situaciones sociales que observamos y puede llevarnos a cambiar estrategias de comunicación en caso de que estemos en función de influir sobre los demás.
Digresiones:
Finalmente, subrayo algunas ideas que encontré relacionadas con lo que expone Haidt:
- Siendo el aparato emocional del elefante tan importante en las decisiones, la máxima de que “la primera impresión es la que importa” se debe tomar muy en serio.
- El control de nuestros sentimientos es, por tanto, el control de nuestros pensamientos.
- Bien importante eso de tomarnos el tiempo para reflexionar antes de dar respuesta. Borges decía: “Quizá la serenidad sea una forma de felicidad.”
- Fomentar donde las personas puedan satisfacer sus necesidades de pertenencia.
- Reconocer la importancia del capital social de una comunidad, protegerlo y fortalecerlo. Este video sobre lo que se está haciendo en Palmira me parece muy buen ejemplo de este enfoque: las ollas comunitarias alimentan la necesidad de pertenencia de las personas, mejoran los niveles de confianza; aumentan la actitud empática y altruista de la gente y evitan que las discusiones menores terminen en violencia.
- Reunirnos más en familia.
- Más reuniones con amigos.
- Reconocer el valor de la diferencia de perspectiva de los demás, y las limitaciones cognitivas que tenemos para percibir las realidades que perciben los demás. Ser conscientes de que, como dice Haidt, “La moralidad une y ciega”.
- Evitar abundar en justificaciones. Practicar más lo que Chomsky denomina la “Honestidad intelectual”.