VANGELIS
La primera vez que escuché de este artista, estaba en la época de la universidad. Recuerdo mi habitación a obscuras con una única luz sobre la mesa de estudio, y en ese momento, quizá eran las ocho de la noche, poniendo alguna de las emisoras culturales de Medellín, donde daban un especial de música electrónica. Esa fue la oportunidad de escuchar por primera vez las obras de Vangelis, quien con sus sonidos quedó adherido fuertemente en mi ser. No puedo recordar lo primero que escuché de él. Será porque tengo la tendencia a tener una primera aproximación caótica a algunos temas. En mi infancia, la curiosidad había generado en mi mente una mezcla de números, letras y otros símbolos. Cuando plasmé eso en el papel en mi primera tarea de preescolar, seguro generé muchas preguntas sobre mis capacidades. Luego, esos símbolos fueron tomando su lugar, convirtiéndose en la coherente herramienta de hoy en día. Puede ser por eso que en mis recuerdos más remotos hay una revoltura de sonidos agudos, melodías pegajosas, efectos inquietantes, pitidos prolongados y distorsionados que me cautivaron desde el comienzo. Con el tiempo, fueron tomando forma y se convirtieron en mi mente en las melodías reconocibles que hoy todo mundo aclama. Poco a poco la conexión de mi ser con esos sonidos fue intensificándose. La admiración por “Conquista del Paraíso” cuyo álbum sigo escuchando íntegro, repitiendo muchas veces esa primera obra que describe lo que debe sentirse al navegar por un gran mar con una probabilidad de éxito que se va desvaneciendo con los días, y esa última que describe tan bien con su ritmo, el lento avanzar de las carabelas pequeñas y frágiles, que con sus sonidos me generan un transporte sinestésico a las sensaciones posibles de un viaje ambicioso. Muchas veces lo he enviado por redes a amigos con el ánimo de compartirles la sensación de trance que me provoca. Porque he sufrido de la tendencia de pensar, equivocadamente, que los descubrimientos que me asombran gratamente, deben también agradar a otros.
Así mismo, el tema final de “Blade Runner”, con su sintetizador electrizante que hace juego con la bella y eléctrica historia en la que participó. “La Petite Fille de la Mer” que algún día tocaré por mi cuenta, o alguna de las piezas de Mythodea, donde nos sorprendió con la belleza de la voz hecha instrumento.
Descansa en paz, maestro. Recordarte, mientras se oyen los sonidos que nos regalabas, es el mejor homenaje.
